La gatita a rayas

Nota: Para entender este cuento, primero hay que leer el de Celiatrix (más abajo).

Érase una vez una gatita de piel atigrada, especial para la gente que la conocía, pero por lo demás, normal del todo. A la gatita le gustaba pegarse sus graaaaaaandes siestas. Un día, durmió tanto, tanto, ... que al despertar tenía el pelo de todo el cuerpo más cortito que antes de irse a dormir. Y sobre todo, tenía el cuerpo a rayas blancas y negras, como las cebras. Lo más lógico hubiera sido buscar una cebra con piel de gata a ver si le apetecía cambiar el pelo, como se hace con los cromos. Pero a nadie se le ocurrió.

La gata mientras tanto se lamía y se lamía, pensando que estaba salpicada de barro, o de café, o de, pero las rayas seguían allí, cada vez más brillantes y relucientes de tanto lametón. Tanto lametón, pasan dos minutos, ya se puede tender la ropa... Ya tengo otro cuento deshilachado. Sí, voy a llamarlos cuentos deshilachados. ¡Qué tramposa, la tía gansa!

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