Tsuyu

Érase una vez Tsuyu, la niña que llovía. Llevaba tanto tiempo lloviendo, que no recordaba cuándo empezó todo. Simplemente el agua surgía de su pelo, de sus brazos, de todo su cuerpo. Chorreaba allá por donde iba. Tenía la suerte de compartir vida con la tribu maracuyá, amante de la tierra. La tribu sabía el privilegio que suponía contar con Tsuyu, ya que solamente una vez cada mil años ocurría algo así. Los maracuyenses querían que creciera siendo respetuosa y no se aprovechase de su enorme don, por lo que se tomaron la educación de Tsuyu como una tarea vecinal. Desde sus primeros días la niña conoció a todos los habitantes de la tribu, quienes la invitaban gustosos a jugar en sus jardines y a contemplar sus macetas. Sobre todo la intentaban engatusar para que se cobijase del sol del verano bajo sus árboles. Ella se sentía una privilegiada, al resto de sus amigas sus mamás siempre las incordiaban para hacerles coletas, limpiarlas, arreglarlas. A Tsuyu, no. Su pelo era un continuo desmadeje, mojado, brillante, como cataratas de agua oscura. Nunca la mandaban peinarse ni lavarse.
Pero cuando Tsuyu creció, empezó a sentirse una mujer "regadera". Era más original que ser mujer florero, se decía a sí misma para consolarse, pero esperaba más de la vida que simplemente dejarse llover.

Ahora este cuento está en barbecho, tengo que esperar a que Tsuyu me susurre qué ocurrió.